jueves, 30 de octubre de 2014

Sentimientos

- Feliz cumpleaños Eric.
- Gracias Mario.

Así empezó una conversación en la que yo no sabía que decirle. La noche anterior me había olvidado casi por completo de Mario gracias a Antón, pero ahora, al oir su voz, volvía a recordar lo que él era para mí.

- Siento haberme puesto así ayer.
- Tranqui, estoy bien y gracias por preocuparte por mí.
- De nada, es lo mínimo que puedo hacer.
- Por cierto, ¿Por qué te preocupaste tanto?
- Estaba celoso.
- ¿Cómo? ¿De qué? 
- De que te olvidarás de mí y ya no me quisieras.

Razón no le faltaba, pero no entendía muy bien lo que estaba pasando. Estaba celoso porque me quería ¿no?. Pero entonces, ¿por qué me había dicho el día antes que no quería que fuésemos NASA más que amigos?
Estaba confuso. De vez en cuando me acordaba ase Antón, así que estaba muy liado.

- ¿Cuándo podemos quedar?
- Pues hoy no se sí podré, pero mañana por la tarde sí quieres quedamos.
-Vale, voy a tu casa mejor.
- ¿Y eso? - Mario solo había venido a mi casa un par de veces.
- Quiero darte tu regalo tonto.
- Vale pues, hablamos más tarde.

Era 7 de agosto y era el día de mi cumpleaños. Nunca me ha gustado celebrar mi cumpleaños, seguramente debido a mi familia. 
Mi hermano cumple años un días después que yo y, como son fechas seguidas, siempre acabábamos celebrando los dos cumpleaños el día del suyo, dos pájaros de un tiro vamos.
O es era para mis padres. A mí me marcó mucho e hizo que no sintiera muy especial el día de mi cumpleaños. 
A parte de esto, recuerdo que cuando iba al colegio todo el mundo invitaba a los de clase a su cumpleaños y le llevábamos regalos. En mi caso nunca les invité. No era por que no les quisiera invitar, sino porque era verano y en las vacaciones íbamos todos por nuestra cuenta. Así qué llegue a odiar haber nacido ese día en medio de todo el verano, hasta ahora.

Como había dicho, mi cumpleaños fue normalito, una tarta con la familia cercana, quedé con mis amigos más cercanos y ya. 
Lo mejor eran los regalos. No los materiales (aunque algunos sí que me hacían ilusión), sino los otros. 
El verano pasado Limonet me había regalado una noche con él y con ella su virginidad. Dan me llamó y me dijo que me quería. Mis padres se despertaron pronto y al verme me dijeron feliz cumpleaños, un abrazo, dos besitos en la mejilla y que cumpla muchos más. 
El mejor siempre ha sido mi hermano. Supongo que será porque me conoce bien, pero siempre acaba regalándome algo que me gusta mucho. Aquel año tocó un minialtavoz, vía Bluetooth para el móvil. Una gozada para mi porque me gustaba esuchar mucho música y el móvil se me quedaba corto a veces. Otros años se despertaba antes que yo, venía a mi habitación y con un abrazo fuerte me decía feliz cumpleaños y, eso, me hacía igual de ilusión que cualquier otra cosa e incluso más a veces.

Mario vino al día siguiente a casa, por la tarde, cuando no había nadie en casa. 
Estuvimos en mi habitación separados, mirándonos y hablando sin mencionar lo que deberíamos de hablar hasta que me preguntó. 

- Y qué, ¿qué tal anoche?
- Bien, no me puedo quejar -Seguramwnte lo dije muy feliz, cosa que le hizo ponerse algo serio.
- ¿Qué hicisteis?
- Pues cosas, dormimos poco.
- Pues quiero que hagas esas cosas conmigo.

Me quedé de piedra durante unos segundos. Me estaba ofreciendo sexo, él, a quién quería. Parecía como sí me lo estuviese imaginando todo, pero no.
 
- ¿Estás seguro?

Mario aún era virgen y no quería que la perdiera conmigo sin que sintiera algo verdadero por mí. Sí ese era su regalo no podía rechazarlo, pero.

- Sí, quiero que seas el primero.

No me había olvidado de Antón, aún teníamos que vernos de nuevo, pero esa actitud de Mario me enamoró mucho. Nunca pensé que me diría esas cosas y cedí.

Al ser su primera vez no hicimos mucha cosa. Él quería ser el pasivo porque no quería ser el activo. No le gustaba. Hicimos un poco de sexo oral e intenté metérsela, pero estaba muy cerrado y le dolía, así que paré. 
Nos duchamos y le acompañé al metro. 

No se muy bien por qué lo hicimos. Estaba confuso porque quería a Mario pero Antón me había llamado mucho la atención y quería conocerle más.

Pasaron dos días, y en una tarde de un 10 de agosto, Mario me pidió salir.









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